Que
maravilloso sería trabajar solo tres días a la semana. Maravilloso salir de
casa a las 7am y volver a las 10pm esos tres días. Maravilloso que yo trabaje
los lunes, miércoles y viernes, y que mi mamá/hermana/esposo trabajen martes,
jueves y sábado.
Ni
que decir de lo increíble que me resulta pensar en que, al hacer en 3 días todo
el trabajo que hago hoy en cinco días, tendré más presión, más estrés, mas amanecidas
para estar al día. Tendré además tres buenos
días sin desayuno y tres buenas
noches sin un beso reparador.
Recibiré
un menor sueldo, a pesar de que trabajaré – aunque no formalmente – la misma
cantidad de horas. Pero eso no importa: tener cuatro días a la semana libres
bien lo valen. Como no agradecer tener cuatro días que se volverán más cortos
cuando me acostumbre a levantarme al medio día, pues no tengo que llegar al
trabajo.
Gracias
señor Carlos Slim por abrir la puerta a la opción de que haya mayores puestos
de trabajo, aunque peor pagados.
Dejando
el sarcasmo de lado, creo que la propuesta del Sr. Slim no es del todo jalada
de los pelos. Tener cuatro días libres a la semana me permitiría, por ejemplo,
escribir una novela. Si tuviera hijos, me permitirían pasar más tiempo con
ellos. Podría tener más hobbys, ver más películas, leer más libros, aprender a
cocinar.
Sin
embargo, creo que el tema no es tan simple. Me pregunto cuantas personas harán
algo productivo con sus cuatro nuevos días libres. Y al decir productivo, no me
refiero obviamente a conseguir un nuevo empleo, pues la propuesta perdería todo
sentido. Me refiero más bien a nutrirse como personas. A crecer. A hacer todo
aquello que hoy no hacemos, y de lo cual le echamos la culpa – tan sueltos de
huesos – a la falta de tiempo.
Me
ha pasado – y creo que a todos – que los días de vacaciones son los más
improductivos de todos. Tenemos hasta nuestra lista de todo lo que haremos en
esos maravillosos días en los cuales tendremos “tanto tiempo libre” para ponernos al día con los pagos, con las
visitas a las amigas, con la limpieza de la casa, con la peluquería. Pero pocos
días nos toma darnos cuenta que lo único que gana horas es el sueño y la
televisión.
Los
días se vuelven más cortos, aceptémoslo. Nuestro cerebro se vuelve más lento,
más flojo. ¿Por qué creen que mientras trabajan se acuerdan de las mil y una cosas que tienen
pendientes por hacer, y cuando llegan a casa o tienen un día libre o llega el
fin de semana, dormir o quedarse en pijama todo el día parece volverse más
importante?.
No
voy a meter a todos en el mismo saco. Seguro que hay personas que se levantan a
las 7am tengan o no que ir a trabajar y van al banco a hacer pagos y visitan a
sus amigas y limpian su casa y se hacen la permanente en el cabello en sus días
de vacaciones. Pero no creo que sea el caso de la mayoría.
El
trabajo nos ocupa, nos da sentido, nos plantea retos, nos encamina. Nos da un
motivo, aunque no sea el único.
Recuerdo
justo que en un curso de política económica que llevé en mi breve paso por
Madrid, nos pasamos 4 horas enteras analizando como el desempleo que azotaba (y
azota) España había tenido como principal efecto colateral la depresión (en el
sentido clínico del término) de los desempleados. Y es indispensable precisar,
para entender la idea, que el gobierno español otorga una pensión por
desempleo: si, plata sin chamba. No, eso no basta.
El
Sr. Slim sustentaba su propuesta señalando que la
finalidad de tal idea, además de generar más puestos de trabajo, era “tener libres otros cuatro días y dedicarlos
a la familia, a innovar, cultivarse o a crear”.
Suena genial, pero no creo que sea el camino correcto. El trabajo
se vuelve una rutina y la rutina nos da disciplina. Si trabajara solo tres días
a la semana, estoy segura que los otros cuatro se volverían igualmente dos,
descontando todo el tiempo que perdería haciendo NADA.
En cambio, me gustaría proponer una variable. ¿No sería genial
enfocar nuestra atención en que las jornadas laborales sean de 8 horas – sí, en
la realidad y no solo en la teoría – para que cada día, además de tener la
motivación y la disciplina que significa el trabajo, tengamos horas para
dedicar a “la familia, a innovar,
cultivarse o crear”?.
Con ello, los días seguirían empezando temprano (y por ende serían
más productivos), no trabajaríamos hasta quedar exhaustos física y mentalmente
tras 10 o 12 horas de trabajo (como ahora) y en consecuencia, podríamos llegar
a casa con ánimos de compartir, de escribir, de leer, de hacer ejercicios, y no
solo de dormir.
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