lunes, 17 de octubre de 2011

Espejo



Me gusta levantarme más tarde de lo habitual. Me arreglo en poquísimo tiempo, en comparación con las demás personas de mi género. Siempre llego demasiado temprano a trabajar, pues ya me acostumbré a ser quien pone el café y hierve el agua para que todos desayunemos en la oficina antes de empezar el día.
Me gusta almorzar en el comedor común. Después de varias horas frente a una computadora, creo que es indispensable sociabilizar. Bromear. Reír. Así digiero mejor. Me gusta una porción de crema volteada para cerrar la comida.

Me encanta salir de la oficina cuando aún hay sol en el cielo. Alegra mis días caminar sintiendo ese calorcito aún tenue. Me hace sonreír. Reniego en el micro camino a casa, pues evitar molestarme debido al tráfico limeño es una de mis asignaturas pendientes. Sin embargo, un par de horas posteriores en el gimnasio, me devuelven toda la tranquilidad. Me serenan. Me dejan lista para leer un poco, ver alguna serie, conversar con mi novio, descansar.

Me gustan mis días así de sencillos, de habituales. Aunque ello no excluye mi necesidad de algo más, de algo aún mejor. De novedad. De aventura. De experiencias nuevas. Soy la misma persona de lunes a domingo, aunque a veces no te la creas. Escribo todo el tiempo. Cuando estoy triste, para alegrarme, cuando estoy feliz, para compartirlo, cuando te vas, para consolarme.

Voy al cine solo eventualmente, pero veo películas todo el tiempo. Conmigo, contigo, con quien me encuentre en ese momento. Podrían transcurrir horas mientras leo diversos cuentos, pero cuando me agarra el sueño, serás un mago si logras mantenerme despierta. No me digas nunca que no puedo hacer algo, porque no tienes idea de lo que sería capaz por probarte lo contrario.

Me gusta saber que puedo ser voluble y que ello no me transforme en una mala persona. Puedo atravesar la barrera de la alegría desbordante al llanto en pocas horas, porque vivo y siento con una pasión e intensidad que podría mover montañas. Me cuesta llegar a un sano término medio, pues me gustan las emociones extremas. Puedo amar más allá del infinito y sentir de igual forma una absoluta indiferencia.

Me gusta saber que soy capaz de tolerar mucho. De entregar y esperar si siento que vale la pena. Pero cuando me lleno de miedo, cuando siento que no puedo más, cuando alcanzo mis límites, en un solo segundo, huyo. Desaparezco. Me escondo. Me derrumbo. Me destrozo. Siempre por mi cuenta. Luego me levanto. Camino. Sonrío de nuevo. También sola, por mí cuenta.


No me gusta esperar, pero he aprendido a hacerlo. Me aburro rápido de las cosas, cuando son siempre las mismas. Soy hiperactiva, pues casi siempre me verás riendo, aunque haya días en que no tenga demasiadas ganas de hacerlo. Odio las mentiras, la falsedad en todas sus facetas. Pero amo lo difícil, me excita lo prohibido. No trates de amarrarme, porque estaré lejos de ti antes de que lo notes. Tenerme cerca es tan sencillo como darme la libertad de hacerlo.

Me gusta conversar y conocer gente nueva, pero me considero antisocial. Me gusta la comodidad de mi círculo cerrado. El exceso de gente me abruma, me aturde. Me arden las tardes cuando no tengo nada en que ocuparme. Me ceno las noches, cuando me duele el corazón.

No me preguntes demasiado, aprende a observarme. Descúbreme. No esperes demasiado, porque estaré lista para dártelo todo, justo cuando ya no esperes más. Mantente cerca, pero déjame extrañarte. Y de vez en cuando, cómprame mi chocolate preferido.

Lo que ves es lo que soy, y lo que no ves, también un poco. 


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