lunes, 2 de abril de 2012

Pasión


Hay tres tipos de cosas que hacemos durante nuestras vidas. Aquellas que debemos hacer. Aquellas que nos gusta hacer. Y aquellas que nos apasiona hacer.

Las cosas que debemos hacer, creo que no requieren mayor explicación. Son aquellas que, si pudiéramos elegir, simplemente no las haríamos. Yo por ejemplo, si pudiera tener el metabolismo privilegiado de tantas amigas y la seguridad de que no padeceré mayores enfermedades en mi vejez por esa causa, no comería ni una sola verdura además de los tomates. Lamentablemente, debo comer más verduras si quiero cuidar mi peso y, en general, mi salud.

Las cosas que nos gusta hacer son tan distintas de aquellas que nos apasionan, como de aquellas a las que estamos obligadas. Por ejemplo, a mi me gusta mi trabajo actual. Después de mucho tiempo en que el trabajo fue para mí un deber, hoy finalmente ha logrado escalar una posición y pasar al grupo de aquellas cosas que me generan satisfacción. De hecho hay detalles negativos, como seguir odiando levantarme temprano o que mi jefe tiene graves problemas psicológicos, pero son tolerables.

Sin embargo, jamás diría que ir a trabajar como asistente legal de un estudio de abogados sea algo que me apasione. Obviamente porque el derecho no me apasiona.

En cambio, me apasiona leer y escribir literatura. En los breves minutos que tengo libres en el día para leer, puedo sentir todas las emociones juntas que, quizás en varios días, no llego a sentir en la vida real. Simplemente porque yo vivo las historias, las imagino en mi vida, me meto en los personajes y lloro y río y me pongo nerviosa como ellos. Y anhelo ser Jo, con esa rebeldía y esa libertad que la desbordan, y ese talento y es amor por escribir, y lloro por el Gigante egoísta cuando lo leo transformado y en paz, y me pregunto si existirán amores tan intensos como el que vivió Anna Karenina y tan devastadores como el de Madame Bovary.

Claramente cada persona tiene su clasificación propia, tan distinta a la mía, que ya puedo imaginarme en el pellejo de un personaje al que, seguramente, le gustarán mucho las verduras como almuerzo diario, pero  leer sería algo que debería hacer, obligado por la necesidad de graduarse en la universidad, gracias a lo cual se convertiría en un publicista apasionado de su trabajo, que se levantaría cada mañana ansiando iniciar, una vez más, su “proceso creativo”.

Son tan disímiles nuestros gustos y pasiones.

Pero voy a volver a mi personaje real. Al personaje que mientras escribe estas líneas ansía al fin poder dedicarse solo a lo que le apasiona. Al que quiere tener muchas horas en el día (y mucha plata en el banco), para recorrer cada anaquel de cada librería y comprar a su antojo todos los libros de literatura que se le antojen. Y que no tenga que ir a la oficina 12 horas al día, sino que pueda tener una especie de trabajo independiente, dando consultarías legales por horas (sí, tampoco es que quiera abandonar el derecho para siempre). Y así tener otras muchas horas al día para hacer todas las demás cosas que le apasionan: desde hornear cupcakes (lo cual hoy me tiene absurdamente encantada), pasando por salir sin rumbo a tomar fotos, o simplemente tirarse en su jardín a pensar, de una maldita vez, en una buena trama y en unos buenos protagonistas, para su futura – y espero no demasiado lejana –primera novela. Al personaje que soy.

Y que ansía también tener muchas horas libres y mucho dinero para recorrer centros comerciales y comprarse ropa linda, y accesorios, y cremas para el rostro, e ir a la peluquería a que le pinten las uñas y le reacondicionen cabello mucho más seguido de lo que ocurre hoy. Porque, a quien quiero engañar: todo ese proceso natural de ser mujer, y arreglarme y sentirme regia, también me apasiona.

Siempre inicio mis post pensando en describir una idea a detalle, pero siempre el espacio me queda corto. Ahora, por ejemplo, pensaba describir todas las cosas que me apasionan y sin embargo, el espacio ya se terminó cuando apenas estoy comenzando. Prueba clara de que, cuando empiezo a escribir, detenerme es demasiado complicado. Prueba clara más bien de que, cuando algo te apasiona, simplemente el tiempo y el espacio pasan a un segundo plano. El tiempo y el espacio – y todo lo demás - por esos minutos, dejan de existir.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes niña, aquí estoy de vuelta para hacerme parte de tus agradables meditaciones. Te entiendo perfectamente, yo me paso el día repartido entre la escritura y la lectura y aún así ansío más tiempo para escribir y leer. No me bastan las horas del día aunque le quito unas cuantas al sueño. Además quería dejarte el enlace de dos blog que creo que pueden gustarte y a ver si así te convenzo de comentar en otros blogs y así muchos internautas disfruten de tus meditaciones. http://platonenmismanos.blogspot.com/ y http://humbertodib.blogspot.com/ Un beso

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  2. Voy a tratar de seguir los blogs que me indicas, del mismo modo que trato de seguir el tuyo. Lamentablemente, estoy en una etapa demasiado cargada de actividades que apenas me dejan tiempo para actualizar mi blog muy de vez en cuando. Pero pronto, según mis planes, tendré mas tiempo para dedicarme a esto que amo, y entonces, te agradeceré aún más que ahora estos links que me dejas, y retribuiré a ello procurando comentar y ser parte de permanentes interacciones entre quienes disfrutamos tanto este oficio. Saludos.

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