miércoles, 1 de febrero de 2012

Los Años que pasaron en el Sur



Me parece que estoy envejeciendo. No es algo que no haya pensando antes, en algún momento, pero este fin de semana lo pensé en muchas oportunidades, por lo que me parece que esta vez va en serio.


Había planeado durante los días de semana, con mucho entusiasmo, que el sábado iría a la playa y me quedaría hasta el domingo. Un poco de sol, chelas y música durante la tarde y alguna discoteca por la noche. Nos quedaríamos en algún alojamiento cualquiera, como muchas veces lo hice el verano pasado.


Pero resulta que no fue tan divertido que lo había organizado mentalmente. Primero, porque entendí que no puedes pretender ir al sur con dos grupos distintos de gente y esperar que todos se pongan de acuerdo respecto a lo que quieren hacer. 


En mi caso, el grupo A pensaba que iríamos uno de estos locales como Ghoa o Cocos Beach, en los cuales yo misma había confirmado las listas, y el grupo B pensaba quedarse en casa de un tercero, conversando y tomando.  El problema fue que el grupo A no conocía a ese tercero, por lo que les resultaba incómodo el plan y yo, en el medio, queriendo quedar bien con todos, no lo logré con nadie. Dato adicional: mi novio y mi hermano eran parte cada uno, de un grupo distinto.


Superado este trance, llegamos al alojamiento donde nos quedaríamos y digamos que, algo debe haber pasado en mi cerebro en este año que pasó, pero nada era como yo lo recordaba. En ocasiones anteriores, no me había percatado en absoluto de lo poco “amoblado” que estaba mi cuarto, ni de la bulla escandalosa que realizaban nuestros “vecinos” por la noche. Estaba demasiado ocupada juergueando, y lo demás, no era importante.


Pero esta vez no me gustó. Y llegado el momento, por más que traté de auto convencerme de lo contrario, tuve que darle la razón a mi novio en el sentido de que ya no estábamos para esos lugares, para irnos así, medio al guerrazo, sin mayor planificación. Ya no nos sentíamos cómodos, ya no pasaban desapercibidos a nuestros ojos tantos “detalles” desagradables. Última vez.


Llegada la noche fuimos a una de las discotecas de moda. Pensé que ahí me olvidaría de todo y tomaría y bailaría hasta el amanecer. Me puse mis tacos, mi micro mini falda y salí andando. 


Antes de las 3 a.m. estaba de regreso, en mi cama durmiendo y creo que con eso resumo todo. La cola larga de la entrada (que al final no demoró mucho, así que fue lo menos molesto de la noche), el ahogamiento de sentir que compartes tu metro cuadrado de suelo con otras 30 personas, las otras enormes colas para comprar una fucking cerveza, la imposibilidad de pagar con tarjeta de débito (por dios, quien anda hoy en día con tanto efectivo en los bolsillos!!!). 


Lo gracioso es que nada de esto parecía molestarme hace unos años. Caso contrario, no hubiera organizando con tanta emoción mi fin de semana en el sur. Pero, el tiempo pasa, y creo que ahora disfruto mucho más una tarde de parrilla en casa, un piscinazo sin demasiada gente, y un fin de fiesta en un barcito tranqui de por ahí, sentada, con trago corto, con buena compañía. 


Y a propósito de esto último, si hay algo que rescato de mi último fin de semana es, por supuesto, la buena compañía. Felizmente, nada podría opacar eso.

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