jueves, 16 de febrero de 2012

San Valentín nos explica el “proceso educativo”


Año 1: Hombre envía flores, globos, chocolates. Prepara la cena, o la lleva a cenar. Todo lo que imagina que su novia puede estar esperando de él. Mujer se emociona, sonríe, llora, pero sobretodo, toma mil fotos y las cuelga en el facebook. Recibe mil comentarios respecto a lo lindos que son sus regalos, a la suerte que ha tenido, a lo afortunada que es. Afortunada, mujer se siente afortunada. Hombre no entiende muy bien por qué es tan importante, pero igual lo hace. Lo hace para hacerla feliz.

Año 2: Hombre sabe lo que mujer espera, pero el trabajo ha estado muy estresante esos días. No ha tenido tiempo para nada. Ella entenderá, piensa ingenuamente. Llega a su casa algo tarde, con un ramo de flores que consiguió en la veintiúnica tienda que encontró abierta. Mujer abre la puerta, algo molesta por la tardanza, pero aún feliz anhelando ver que trajo hombre para compensarla. Hombre entrega las flores, la abraza, la ama. Mujer disimula, sonríe, pero su mente ya voló al año anterior. Ya no me quiere como antes, piensa.

Año 3: Mujer espera exactamente lo mismo que el año 1. Hombre lo sabe, pero ya la presión de tener que complacerla parece estar desapareciendo. Quiere verla contenta, pero no cree que para ello sea necesario comprar regalos. Ya tenemos una relación establecida, ya no necesito “conquistarla”, piensa. La llama temprano, la saluda como cualquier día. Paso a verte a las 8pm, coordina. Mujer llega de trabajar apurada, corre a ducharse, cambiarse, peinarse, maquillarse. Toda la ceremonia previa asumiendo la existencia de un gran plan. Hombre llega quejándose del cansancio, del calor. ¿Pedimos algo de comer?, sugiere. Mujer ya no se esfuerza por disimular. Reniega. Se quita el maquillaje y se pone jeans. Piden pizzay un par de horas después, ambos duermen plácidamente.

Año 4: Mujer ya no espera ningún regalo. Asume que pedirán algo de comer y verán televisión como los últimos años. Hombre nunca llega a verla. Al día siguiente, mujer llama molesta, se queja, llora. Hombre se siente culpable, se disculpa. He estado full, se justifica. La invita a comer y mujer lo perdona, mas no lo olvida. Finalmente, es solo una tonta fecha, se repite.

Año 5: Mujer sigue recordando la fecha, pero prefiere no generar expectativas y así evitar conflictos con hombre. El día pasa, como cualquiera. Ya no hay quejas ni reclamos. Ya se acostumbró a la persona que tiene al lado y lo asume. Por ahora, al menos.

Y es así como, en este caso, mujer ha sido educada por hombre. El proceso, claro, puede darse también a la inversa.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Los Años que pasaron en el Sur



Me parece que estoy envejeciendo. No es algo que no haya pensando antes, en algún momento, pero este fin de semana lo pensé en muchas oportunidades, por lo que me parece que esta vez va en serio.


Había planeado durante los días de semana, con mucho entusiasmo, que el sábado iría a la playa y me quedaría hasta el domingo. Un poco de sol, chelas y música durante la tarde y alguna discoteca por la noche. Nos quedaríamos en algún alojamiento cualquiera, como muchas veces lo hice el verano pasado.


Pero resulta que no fue tan divertido que lo había organizado mentalmente. Primero, porque entendí que no puedes pretender ir al sur con dos grupos distintos de gente y esperar que todos se pongan de acuerdo respecto a lo que quieren hacer. 


En mi caso, el grupo A pensaba que iríamos uno de estos locales como Ghoa o Cocos Beach, en los cuales yo misma había confirmado las listas, y el grupo B pensaba quedarse en casa de un tercero, conversando y tomando.  El problema fue que el grupo A no conocía a ese tercero, por lo que les resultaba incómodo el plan y yo, en el medio, queriendo quedar bien con todos, no lo logré con nadie. Dato adicional: mi novio y mi hermano eran parte cada uno, de un grupo distinto.


Superado este trance, llegamos al alojamiento donde nos quedaríamos y digamos que, algo debe haber pasado en mi cerebro en este año que pasó, pero nada era como yo lo recordaba. En ocasiones anteriores, no me había percatado en absoluto de lo poco “amoblado” que estaba mi cuarto, ni de la bulla escandalosa que realizaban nuestros “vecinos” por la noche. Estaba demasiado ocupada juergueando, y lo demás, no era importante.


Pero esta vez no me gustó. Y llegado el momento, por más que traté de auto convencerme de lo contrario, tuve que darle la razón a mi novio en el sentido de que ya no estábamos para esos lugares, para irnos así, medio al guerrazo, sin mayor planificación. Ya no nos sentíamos cómodos, ya no pasaban desapercibidos a nuestros ojos tantos “detalles” desagradables. Última vez.


Llegada la noche fuimos a una de las discotecas de moda. Pensé que ahí me olvidaría de todo y tomaría y bailaría hasta el amanecer. Me puse mis tacos, mi micro mini falda y salí andando. 


Antes de las 3 a.m. estaba de regreso, en mi cama durmiendo y creo que con eso resumo todo. La cola larga de la entrada (que al final no demoró mucho, así que fue lo menos molesto de la noche), el ahogamiento de sentir que compartes tu metro cuadrado de suelo con otras 30 personas, las otras enormes colas para comprar una fucking cerveza, la imposibilidad de pagar con tarjeta de débito (por dios, quien anda hoy en día con tanto efectivo en los bolsillos!!!). 


Lo gracioso es que nada de esto parecía molestarme hace unos años. Caso contrario, no hubiera organizando con tanta emoción mi fin de semana en el sur. Pero, el tiempo pasa, y creo que ahora disfruto mucho más una tarde de parrilla en casa, un piscinazo sin demasiada gente, y un fin de fiesta en un barcito tranqui de por ahí, sentada, con trago corto, con buena compañía. 


Y a propósito de esto último, si hay algo que rescato de mi último fin de semana es, por supuesto, la buena compañía. Felizmente, nada podría opacar eso.