martes, 27 de diciembre de 2011

MENSAJE DE AÑO NUEVO

Mañana me voy a la playa hasta el 2012, así que voy a adelantar este mensaje, que debería llegar a ustedes el mismo 31 de diciembre. Quizás alguien lo lea justo ese día. Ojalá.

Como para la mayoría, en este 2011 yo tuve un poquito de todo. De lo bueno, de lo malo, de lo perfecto, de lo peor. Felizmente para ustedes, no pienso hacer un recuento de cada situación, si no simplemente decir que mi balance siempre va a ser positivo. No porque necesariamente me hayan pasado más cosas buenas que malas (aunque este año en particular, sí fue así), si no porque mi memoria es bastante selectiva, y a mi memoria siempre llega, veloz, todo lo que me hizo sonreír.

Si hay algo que rescato de este año, son los amigos que perdí. No porque me haga feliz perder amigos, sino porque ese hecho me hizo tomar conciencia real del papel fugaz que tienen la mayoría de personas en nuestras vidas, incluso las mejores personas, que no por irse de nuestro lado pierden un ápice de ese valor. No lo escribo como reproche, si no todo lo contrario: el saberlo me hace valorar infinitamente más a las personas que aún no pierdo. Tan pocas cuantitativamente hablando; tantas cualitativamente.

Por eso, mi primer saludo va para las únicas personas que probablemente tendrán una relación conmigo "hasta que la muerte nos separe": mi familia. Con ustedes no hay plazo ni condición. No importa si peleamos a diario, si revelamos todos nuestros defectos en su máxima expresión. No importa si este año ha sido el más difícil para nosotros, si algunos lazos parecen haberse quebrado. Solo importa que nos amamos, sin mayor razón que esa.  Lo mejor para ustedes este 2012, lo mejor para nuestro hogar.

Luego, quiero saludar a los pocos tantos que llevan ya un récord de presencia nada desdeñable. Dos décadas de conocernos, demasiadas anécdotas en la carrera. Con altos y bajos, alejamientos y acercamientos, pero siempre volviendo a lo que fuimos. Para ustedes mi eterna gratitud por su permanente presencia, por todo lo que me han enseñado en tantos años. Y todo mi amor. Si mañana no volviera a verlos, igual seguirían siendo "los amigos del cole", los de siempre.

Un saludo también a mis amigas comunicadoras (en las que incluyo a otra desertora como yo que terminó siendo profesora de educación inicial. Como no, si llevas un ángel dentro). Es a ustedes a quienes me refiero cuando pienso en "mis amigas de la universidad". Las que se amanecieron conmigo, las que presenciaron mi cambio de carrera, las que no permiten que pierda la conexión con ese mundo que aún amo. Las que hicieron conmigo los campamentos en el jardín. Prometo que en el 2012 tendremos muchos días de piscina, lonchecitos, tertulias largas.

Mis amigos "abogados" no son muchos y solo uno de ellos es de la UPC. Nos conocemos hace pocos años, pero los quiero mucho más que eso. Uno de ellos se fue a buenos aires a seguir su camino (o a encontrarlo). Otro lo encuentra cada día leyendo filosofía.  Un tercero se convenció de que odia el derecho. Con ustedes he vivido algunos de los momentos más maravillosos de los últimos años y me han enriquecido infinitamente en nuestras larga conversaciones para el recuerdo. Y así seguirá siendo este 2012.

En Madrid conocí 3 buenos amigos, de esos "que duran". La convivencia fue fácil gracias a ustedes. Volver a Lima se hizo algo difícil, también gracias a ustedes. Reímos, lloramos, extrañamos y disfrutamos juntos. Maduramos. Gracias por tanta buena voluntad para entendernos. Por ser esa familia temporal que todos necesitamos cuando estamos lejos de casa. Este 2012, propongo que viajemos juntos, a cualquier parte.

Y me quedan cortas las palabras para agradecer por los amigos que me regaló este 2011. Jugando Vóley, en mi nuevo trabajo, en los hermanos de mi novio, en la novia de mi hermano (tu no eres de este año, pero no iba a hacerte un párrafo aparte jajaja). Gracias por recordarme que siempre hay espacio para nuevas personas, que el corazón siempre puede hacerse más grande. Gracias por haber empezado a ser parte de mi vida. 

Y por último, aunque no por eso menos importante, gracias a mi novio por haber aparecido así, sin mayor aviso, para llenarme de aún mayor felicidad. Sabemos que no ha sido fácil, y quizás justo por eso hoy nos valoramos de esta forma. Compartir mis días contigo no tiene precio mi amor. Lo mejor para ti, lo mejor para nosotros este 2012.

Feliz Año Nuevo. 

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Confieso que sueño

Cuando era niña – adolescente siempre quise ser escritora. Recuerdo jugar en el colegio y decirle a todos mis compañeritos del salón que sería famosa, que ellos leerían mis libros, que sus hijos y nietos estudiarían mi nombre en sus cursos de literatura. Ganaba concursitos simples a nivel escolar, puros premios, a mis ojos, mediocres.

Terminé el colegio en el 20003. Estaba feliz, pero insegura. Periodismo o derecho era el dilema. Todos en casa querían que sea derecho. Es una carrera más seria, pagan mejor, es más gratificante, decían. Decidí entonces estudiar periodismo. Rebeldía pura. Dar la contra. Necedad. Eso es tener 16 años, pues.

Comenzaron las clases. Disfrutaba los primeros cursos, las nuevas personas. Los amigos que hoy siguen siendo “los amigos de la universidad” (los de derecho, nunca fueron mis amigos). Él me presionaba para que trabaje, para enseñarme su propio oficio. Quería mano de obra barata probablemente. Comencé a editar textos para libros universitarios, a diagramar dibujos de cuentos para niños, a diseñar mis primeros volantes. Comencé a disfrutar eso de trabajar, mucho más que estar en la universidad.

Paralelamente, no ganaba los concursos de creación literaria (Juegos Florales) de la UPC. Mandaba mis cuentos, ilusionada, y nada. Tiré un poco la toalla. Y digo un poco, porque nunca podré realmente dejar de escribir, a pesar de que me haya alejado de esa idea tan arraigada que tenía de ser escritora, de vivir y morir escribiendo.

Y en simultáneo también, de alguna extraña forma, comencé a dudar de mi vocación periodística. Quizás porque me acerqué al periodismo pensando ingenuamente que estudiar periodismo me volvería una mejor escritora. Hoy me río de esa creencia tan inocente. Con ello, sentía que el periodismo ya no me llenaba, que no era para mí. Y como es la vida de pendeja, que justo me tocó llevar, en medio de esa reciente incertidumbre, el curso de Televisión con Jaime Chincha.

Lo odié. Estuve segura que no quería eso para mí. Que trabajar en medios noticiosos era algo que no me hacía feliz en absoluto. Es que era lógico. Yo estudiaba periodismo porque quería ser escritora.

Me cambié de carrera, a derecho. No pensé demasiado y solo recordé que siempre había sido mi segunda opción. Un poco a ciegas y sin esforzarme demasiado, terminé la carrera con un promedio envidiable, pero sin un trabajo que llenara mis expectativas. Mis prácticas pre profesionales fueron una sucesión de errores y pasé de una a otra intentando encontrar mi lugar, obligándome a sentir algo de esa pasión con la que otros más afortunados viven su carrera.

Hace poco conocí la oficina de mi amiga periodista. Tan alegre, tan colorida, tan vanguardista. Tan distinta a mi oficina, a todas las oficinas de abogados. La vi trabajar y la envidié. Y la escuché decirme lo q siempre temí que alguien me dijera: no debiste cambiarte de carrera. Efectivamente. Debí explorar más, ver más allá de un curso de televisión. Saber que las comunicaciones no se limitan a medios noticiosos. Está el diseño gráfico, la fotografía, los temas de imagen corporativa. 

Y ayer visité a mi amiga del colegio, que vivió conmigo todo este cambio. Toda esta vida, en realidad. Y me dijo que ella sí ve en mí una abogada, solo que una con algo de miedo. Y me dijo también que mis otros intereses deben quedar como pasatiempos, hobbies, entretenciones.

 Ahora entonces tengo a dos amigas cercanas que tienen opiniones opuestas respecto a mi problema. Un novio que ve en mí también más a una comunicadora, aunque no por eso deja de ver a una abogada. Unos padres que hoy entienden que mis diversos intereses no son excluyentes entre sí. Y yo, con las mismas inseguridades de hace tantos años respecto a lo que será mi futuro, sólo que ahora con los tiempos encima que me obligan a enfrentarlas de una buena vez.

Por lo pronto, se que con tantos intereses, sería negligente tener que dedicarme solo a uno. Quiero diseñar, quiero tomar fotos, quiero escribir. Quiero, también de vez en cuando, discutir temas de derecho, rebuscar en casos controversiales, meter mi cuchara con mis recomendaciones legales. Felizmente, tengo tanta suerte, que puedo darme el lujo de buscar, de no tener que abandonar ninguno de esos intereses. Felizmente.

Lo que si, debo confesar que más seguido de lo que quisiera, me descubro soñando, imaginando como sería mi vida hoy si no me hubiera cambiado de carrera hace 5 años. No niego que algunas de esas imágenes me gustan, me encantan. Pero hay otras que no soporto. Y son las imágenes en las que no viajo a estudiar a Europa, en las que no conozco a algunos buenos amigos que hice en mis trabajos anteriores como practicante de derecho y sobretodo, aquellas en la que no conozco a toda la cadena de personas que me llevaron a ti. Por eso, y me parece razón más que suficiente, no me arrepiento ni por un solo segundo de esa decisión que tomé. Simplemente, ahora voy a dedicarme a remediar aquello que no salió como esperaba, pero con la seguridad que me da la sonrisa que hoy llevo tatuada en el rostro.